Cuando vuelvo de vacaciones, me suelo encontrar arañas en algunos rincones. También nosotros podemos acumular telarañas mentales que nos impiden percibir bien la realidad. Si dejas que invadan tu casa, el resultado será muy tétrico.
Las creencias autolimitantes frenan tu potencial. Vives y acumulas experiencias, sacas conclusiones y estás seguro de que las cosas son de cierta manera. Pero este proceso dista mucho de ser siempre racional.
Nuestra percepción generaliza, distorsiona y elimina información reduciendo la realidad a nuestra realidad. Es un proceso adaptativo para nuestra supervivencia. El método científico corrige las limitaciones de nuestra percepción, y aun así, todas las conclusiones son provisionales.
Hay creencias que no pueden falsarse porque no se refieren al mundo físico, sino al de nuestra imaginación. Vivimos a la vez en nuestro mundo y en el que todos compartimos. Incorporamos creencias sobre nuestro universo virtual, sobre nuestra identidad y todos los misterios que nos rodean. Si una creencia cumple una función útil, la reforzamos.
Los seres humanos no somos tan racionales como se rumorea.
Podemos creer que un escudo invisible nos protege de todo mal o que nos han echado mal de ojo; que somos un milagro o una desgracia… Reforzamos nuestras creencias acumulando ‘las pruebas’ que nos parezcan oportunas.
Cuestiona tus asunciones y procura no suponer nada. Tu escepticismo te ayudará a identificar qué creencias son erróneas, cuáles te limitan y necesitas abandonar. También sabrás cuáles siguen siendo útiles, aunque solo sean talismanes virtuales: cristales desde los que ves el mundo de color de rosa. Identifica tus creencias más empobrecedoras y libera tu potencial.
Libérate de las cadenas
¿Sabías que para adiestrar a los elefantes los encadenan a un palo cuando son pequeños y débiles?
Al principio se rebelan y luchan y luchan, pero al final se rinden y ceden a su esclavitud. Con la memoria que tienen recuerdan que no pueden hacer nada… Creen que siempre será así.
Cuando se convierten en gigantes de 3 metros de altura y 5 toneladas de peso se les puede controlar con una cuerdecilla y una pequeña estaca que podrían arrancar fácilmente.
Libérate de la causa raíz de la mayoría de tus males.
¿Menosprecias el peso de tus convicciones? Los médicos saben que no pueden descartar el efecto placebo. Eres tan fuerte como la más débil de tus creencias. Averigua cuál es y cámbiala.
En un experimento se les dijo a la mitad de los participantes que recibirían un potente somnífero, cuando en realidad se les daba un estimulante. A la otra mitad se les dio un estimulante más potente que la cafeína y se les dijo que era un somnífero fuerte.
Lo que sucedió demuestra el poder de las creencias: los fármacos tuvieron el efecto contrario: las creencias vencieron a los medicamentos.
No confundas autosuficiencia con autodependencia
Pide ayuda cuando la necesites
No, no puedes hacerlo todo tú solo. Esa es una creencia muy limitante. Incluso Supermán tiene debilidades y necesita ayuda de vez en cuando, especialmente cuando está bajo el efecto de la kriptonita.
Si has visto la película ‘Náufrago’ recordarás el momento dramático en el que el protagonista, entre gritos de dolor e impotencia, tuvo que abandonar a la deriva a Wilson.
Nadie lo consigue solo
‘Uno’ es un número demasiado pequeño para la grandeza.
Mira a tu alrededor y comprueba cuánto debemos a los demás. Pedir ayuda cuando la necesites y darla a los demás te hace más humano y mejor persona. Podemos marcar la diferencia, pero no somos ni todopoderosos, ni imprescindibles.
¿Te hace sentir importante hacerlo todo tú? Ten cuidado. No te conviertas en un friki del control: no todo se tiene que hacer a tu manera.
Te sentirás aún más importante (y mejorarás tu autoestima) cuando ayudes a los demás a ayudarte.
¿Te da pereza explicar cómo pueden echarte una mano?
Estarás en desventaja frente a los que saben trabajar en equipo. Siempre perderás al fútbol jugando tú solo contra 11 tíos igual de buenos que tú. Luego no te quejes, ni te pongas una medalla por la estúpida derrota. Deja de hacer el canelo.
Intentar hacerlo todo solo no es práctico. Desperdicias todas las manos que la vida te tiende y retrasas la alegría que guarda para ti. Mira más allá de tus propias narices. Deshazte del complejo de mesías o de la creencia de que tú tienes tiempo, energía, recursos y sabiduría infinita. Diviértete creando redes de apoyo, bailando con tu pareja, jugando con tus hijos o trabajando codo con codo con un montón de amigos.
Concéntrate y no disperses tus recursos
El que persigue dos cosas a la vez, no alcanza una y deja ir la otra —Benjamin Franklin
Si distribuyes tus recursos entre demasiados proyectos, seguramente no sacarás ninguno bien. La concentración y el enfoque son necesarios para el éxito.
Mira tus posibilidades y genera opciones. Hay un momento para cada cosa: un tiempo para adaptarte, ver mundo, considerar y probar alternativas; otro para enfocarte en algo concreto y especializarte. Compagina sabiamente ambas.
Tus recursos son limitados. Podrías emplearlos de muchas formas. Si te centras en algo que para ti merezca la pena, disfrutarás a tope tu vida, y nunca sentirás que se te escapa entre las manos. Muchos temen cerrarse puertas porque creen les quitaría libertad. Sin embargo, sin cerrar puertas, no abrirás nuevas realidades.
La libertad no es solo poder elegir, sino tomar decisiones y asumir las consecuencias. Al final, la clave está en identificar qué te propones, saber qué es importante para ti y ver claro dónde quieres ir. No desperdicies el viaje de tu vida en lamentaciones.
Di adiós a la actitud del avestruz
No mejorará todo por obra y gracia del Espíritu Santo. Abre los ojos y afronta tu vida con valentía.
Esconder la cabeza para estar tranquilo no funciona. Puedes dormir por las noches ignorando la verdad hasta que las consecuencias te levanten a golpes. Si te dejas llevar como un tronco a la deriva, vivirás reaccionando.
Reaccionar no es lo mismo que responder. Para responder necesitas poner a trabajar tu voluntad y asumir a conciencia tu decisión. Para reaccionar basta con el instinto y el condicionamiento del pasado.
(*) Nota: Este artículo ha sido extraído del libro de Diego Dalvera “Llegar a Todo—Cómo Fluir en Todas las Áreas de la Vida”.
Diana Yárez
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